Recuerdo perfectamente la tarde en que me lo contó. Estábamos paseando por la Alameda, con esa luz dorada de otoño que se filtra entre los árboles y lo baña todo de una calma especial. Con una mezcla de timidez y una resolución que me encantó, mi novia me dijo que había pedido cita en una clínica especialista en tratamientos de medicina estética Pontevedra. No era para un cambio radical, nada por el estilo. Era, en sus propias palabras, «para darle un pequeño capricho a mi piel, para sentirme más luminosa».
Confieso que mi primera reacción fue una sorpresa silenciosa. No porque estuviera en desacuerdo, sino porque ella siempre me ha parecido perfecta tal y como es. Sin embargo, en cuanto empecé a escucharla, a entender sus motivos, mi perspectiva cambió por completo. No se trataba de inseguridades, sino de autocuidado, de dedicarse tiempo y cariño a sí misma. Quería tratar unas pequeñas manchas solares que le preocupaban y darle un extra de hidratación a su rostro después del verano.
El día de la cita la acompañé. La clínica era un espacio moderno y tranquilo, lejos del ambiente frío y aséptico que uno podría imaginar. Nos recibieron con una amabilidad que enseguida nos hizo sentir cómodos. Mientras ella estaba en la consulta, yo la esperaba en una pequeña sala de recepción, hojeando una revista sin prestarle demasiada atención. Pensaba en su valentía, no por el tratamiento en sí, que era algo muy poco invasivo, sino por tomar una decisión por y para ella, sin importarle el qué dirán.
Cuando salió, lo hizo con una sonrisa radiante que no tenía nada que ver con el tratamiento, sino con la satisfacción de haber hecho algo que deseaba. Me contó con entusiasmo cómo la especialista le había explicado cada paso, la profesionalidad y la confianza que le había transmitido. En ese momento, entendí que la medicina estética, cuando se enfoca de esta manera, no busca transformar a las personas, sino ayudarlas a realzar la belleza que ya poseen, a sentirse más seguras y a gusto en su propia piel. Verla tan contenta, con esa luz propia brillando con más fuerza que nunca, fue el mejor de los resultados.
